2013/08/30

Cuéntame un cuento: detrás del muro, el cielo también era azul

Hace un tiempo, hubo una ciudad dividida por alambradas que con el tiempo se transformaron en un sólido muro. 

Mapa de la ciudad dividida (© Judit Urquijo, 2012)
Todo comenzó cuando perdieron la guerra. Los vencedores se repartieron la ruinosa urbe en cuatro partes, de un lado los que defendían las libertades ciudadanas, la democracia y la libertad, al menos sobre el papel. Del otro, los que aplicaban un trasnochado ideario que nunca se había aplicado atendiendo a su etimología. 

Frente a frente, capitalismo y comunismo manifestándose en un teatro de operaciones urbano donde los peones eran unos ciudadanos que no siempre aceptaron las reglas del juego porque pronto advirtieron que el cielo seguía siendo azul al otro lado. 

Algunos lograron burlar la férrea vigilancia y huir, otros pagaron con su vida la osadía. Los que no tuvieron la oportunidad de escapar  fueron sometidos a indiscretas miradas, aguzados oídos e incontenibles lenguas. Los enemigos y traidores eran detenidos y encarcelados en oscuros cuarteles y cárceles, de esos en los que los retenidos tienen la extraña costumbre de arrojarse por los huecos de las escaleras.

Museo de la Stasi (© Judit Urquijo 2012)
Pero poco a poco el muro fue tornándose en un enorme lienzo en el que plasmar reflexiones y sueños, donde coexistían coches que podían atravesar paredes con apasionados besos.


East Side Gallery (© Judit Urquijo, 2012)
Los carteles de sonrientes niños que servían para mostrar las excelencias del régimen se fueron despegando de las paredes y los cimientos del sistema se fueron resquebrajando con la llegada de un viento del este que olía a cambio.

East Side Gallery (© Judit Urquijo, 2012)
Las televisiones, recuerdo, se hicieron eco de aquellos que armados con picos y martillos decidieron una noche escribir una nueva página en la historia. Se desterró el miedo y la vergüenza, solo importaba el contacto físico con aquellos por tantos años separados, reencontrarse con aquel amigo de la niñez o pariente y abrazarlo.

Lo que vino después no resultó sencillo. Hubo que cambiar mentalidades y construir una nueva identidad. Dos países volvieron a ser uno, se reinstauraron derechos que se suponen inherentes a la condición humana, se modernizaron estructuras y el tiempo se está encargando de enterrar prejuicios y cerrar estigmas.

Ahora quedan múltiples vestigios, pero la ciudad ha decidido no darles la espalda y muestra sus vergüenzas al mundo con una naturalidad digna de alabanza, quizás porque es consciente de esa premisa que asegura que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Una lección que deberíamos aprender y aplicar en aquellos sitios en los que se ha instaurado el silencio y en los que 75 años después sigue habiendo muertos que claman desde cunetas de carretera.

La gran urbe se ha convertido en faro continental, representando ella y todo el país una nueva tierra de oportunidades para las regiones menos prósperas. En sus avenidas se alinean grandes edificios y vanguardistas obras de arquitectura de afamados creadores, construcciones que permiten a los ciudadanos asomarse y observar desde las alturas cómo funcionan los órganos que los representan, mostrando cuáles deberían ser los pasos para convertirse poco a poco en una democracia real. 


Cúpula del Reichstag (© Judit Urquijo, 2012)
Obviamente, no todo es color de rosa, pero ellos ven la luz al final del túnel. Nosotros aún vagamos en la penumbra.


Buscando la luz (© Judit Urquijo, 2012)
Más imágenes en http://goo.gl/A6SNRd

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