2013/10/17

Aprendiendo a ver con Jose Manuel Navia

Los pasados 12 y 13 de octubre tuve ocasión de asistir a un taller organizado por ArnedilloFoto e impartido por Jose Manuel Navia en Arnedillo (La Rioja). Este es el pequeño relato de la experiencia.


Nóstos en el trayecto
Si bien todo giró en torno a la presentación de su nuevo libro, Nóstos, tuvieron cabida muchos otros temas. Conceptos tales como tierra, territorio y paisaje fueron mezclándose con cientos de imágenes, sus diferentes interpretaciones y la lectura que hacemos de las mismas cuando entra en juego la memoria, las emociones  y nuestro particular bagaje.

Así, por ejemplo, uno de los ejercicios que hicimos fue escoger una imagen de entre más de 300 copias de trabajo utilizadas para la edición previa de Nóstos, todas ellas dispuestas en dos largas mesas y explicar por qué escogíamos esa fotografía. Seleccionar una sola imagen cuando frente a tus ojos se extiende un material de tanta calidad es una auténtica tortura, os lo aseguro.

Después de comer, nos desplazamos hasta la comarca de Tierras Altas, en Soria. Antes de partir, Jose Manuel nos pidió que, a ser posible, no sacáramos fotos durante nuestra excursión, salvo las de estricto rigor o con fines recordatorios. En su opinión, casi 30 personas moviéndose en grupo y sacando fotos es casi un hecho constitutivo de delito y debería estar penado por ley. 

El objetivo, además de ver con nuestros propios ojos uno de los escenarios que han servido de marco a este nuevo libro, era poder escuchar de sus propios labios las lecturas que le han inspirado en este proyecto para, con todo ello, construir una imagen mental. Tengo que reconocer que aunque en algunos momentos me arrepentí de haber dejado la cámara en la habitación de la pensión (una pequeña compacta amortiguó mis ansias de obturador), la experiencia fue muy interesante. 

El viento esparció las palabras de Julio Llamazares o Abel Hernández en aquel recóndito lugar en el que nos hallábamos, rodeados por un paisaje que poco a poco se torna de nuevo en tierra, toda vez ha sido prácticamente abandonado por la mano del hombre. Los nuevos vigías del territorio son los aerogeneradores que rompen el horizonte con su funcionamiento pausado, al compás del viento, erigidos sobre una tierra que ya no acoge cultivos o rebaños de ovejas. En algunos pueblos, destacan los tejados encarnados de las casas reconstruidas por moradores de fin de semana, que limitan su estancia a la época estival, pues el resto del año, son el viento, la nieve y el hielo quienes dominan estos páramos, haciendo compleja la pervivencia de seres humanos. A la charla dirigida por Navia se fueron sumando otros actores tales como D. Antonio, el cura, que nos habló de Romana, una mujer que, tras la muerte de su marido, vive sola en un pueblo de las cercanías y que a sus ochenta y pico años, aún baja andando cada cierto tiempo hasta San Pedro Manrique cargada con unas alforjas. También nos narró la experiencia de algunos neohippies que buscan en el campo la armonía que la ciudad les niega, si bien el señor invierno se encarga posteriormente de enterrar la bucólicas estampas primaverales. 

Junto a nosotros se sentaron también personas de las del pueblo de toda la vida, pero que ahora únicamente acuden a él los fines de semana, y que, con esa sabiduría que solo proporcionan los años, un suspiro y media sonrisa dibujada en el arrugado rostro, atestiguaron lo mucho que había cambiado la vida desde sus años mozos.

El colofón al fin de semana llegó con la visión del libro Nóstos en sí. Ante nuestros ojos fueron desfilando sus imágenes, algunas de las cuales nos resultaban conocidas del día anterior, acompañadas de las profusas explicaciones de Jose Manuel. Mientras escribo estas líneas, tengo el libro junto a mí. Deslizo mi mano por sus brillantes páginas como si se tratara de un incunable, mientras me invade ese olor característico de los libros nuevos. A medida que paso sus hojas, me parece oír nuevamente el ruido del viento acrecentándose durante una tarde de octubre...


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